martes, 6 de abril de 2010

Una receta para poder dormir.

Vago por las calles de Nueva York, y son las 5 de la mañana. Apenas puedo mantenerme en pie, el cansancio me está matando en cada paso que doy. Pero no consigo dormir, y tengo que vagar eternamente, hasta que llega en momento que mis párpados me obligan a dormir.
Cada día es la misma historia, y recuerdo vagamente lo que pasa cada noche, como si fuesen tan sólo sueños que olvido a la mañana siguiente.
Estoy seguro de que éste, sin duda, es el puto culo del mundo. Y no hay nada ni nadie que me sujete a este lugar, pero sigo aquí, añorando algún paraíso que nunca he tenido.
Estoy seguro de que en alguna vida que pude haber tenido fui feliz, quizá mínimamente feliz, pero lo fui. Pero aquí, en este lugar y en este momento jamás lo he sido. O quizá lo fui alguna vez, pero me cuesta demasiado recordar aquellos días.
Pero sigo vagando por estas oscuras calles. Tengo frio y la vida me agota, sé que ya no vivo, sólo sobrevivo por vagos recuerdos que juegan a sostenerme en pie.
Fue entonces, en el momento que mis ojos amenazaban con cerrarse, cuando lo vi todo.
Fue repentino, pero se me quedará grabado en la memoria siempre.
Mientras observé todo aquel jaleo me quedé petrificado. Yo estaba ahí de pie, delante de todo aquel desastre, y con cara de imbécil. Mi corazón aceleró hasta sus límites.
El cigarrillo que sostenía con mis labios se consumía rápidamente, y cuando todo era cenizas cayó al vacío. El botellín de cerveza que sostenía en la mano izquierda se rebotó fuertemente contra la acera y se rompió en mil pedazos. Y yo seguía inmóvil en el mismo maldito lugar, con la misma cara de imbécil y mis ojos abiertos de par en par.
Fue un momento espantoso, violento y traumatizante quizá, y al mismo tiempo daba cierto morbo.
Mis ojos seguían la trayectoria de cada gota de sangre, cada gota de sangre que salpicaba en la calle y provenía de los labios de aquella mujer.
La mano peluda de aquel hombre estaba presionaba bruscamente contra sus pechos, contra los pequeños pechos de ella.
Y sus bragas rotas en el suelo. Marca de haber sido arrancadas de un tirón contra su propia voluntad.
Ella gritaba desesperada por ayuda. Y aunque estuviese gritando se notaba que tenía una voz dulce e inocente.
Además era delgada. Delgada como una niña, pero con cuerpo de mujer, con cada centímetro de su cuerpo perfectamente definido.
Cerré los ojos un instante y cuando los abrí él había vuelto a pegarle bruscamente en la cara, y su sangre volvía a salpicarse contra el suelo.
Entonces él la tiró contra la pared y le dio un golpe tan fuerte que la dejó completamente rendida.
Aquel monstruo salió corriendo justo después de eso, sin mirar siquiera atrás.
Me acerqué a ella. Estaba tendida boca arriba en el suelo, casi completamente desnuda a excepción de unos calcetines blancos largos y una camisa de tirantes blanca.
Tenía los labios pintados de de un rojo intenso. Y sus pestañas eran largas y eternas.
Giré su cabeza hacia mi, y vi sus grandes y llamativos ojos color miel.
Quizá en otra ocasión esta chica hubiera sido la más hermosa de todas.
Entonces me levanté y salí de aquel callejón. Ahora me quedaba más claro que nunca, sin duda esta cuidad era el puto culo del mundo.

Entré en el bar de Sam y me senté en el sitio habitual.
-Un café con leche como siempre.- le dije a Sam.
-¿qué tan todo?- me preguntó amablemente, como todos los días.
-¿quieres escuchar una historia alucinante?- le pregunté con los ojos clavados a la mesa.
-Quizá más tarde muchacho.- me respondió y sonrió.
Me tomé aquel café con la misma imagen en la cabeza. Y no pude parar de pensar en aquello durante toda la noche.
Al fin llegué a casa y me quité toda la ropa. Me metí desnudo a la cama y puse la alarma para el día siguiente. Cerré los ojos y por fin pude conciliar el sueño. Quizá aquella impactante imagen era todo lo que necesitaba. Y sin duda aquel secreto se quedaría tan sólo entre el hombre desconocido, la bella inconsciente y yo. Menudo jodido secreto el que llevo guardando, y sólo por poder dormir. Formaba más parte que nunca de esta basura de sociedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario