sábado, 24 de abril de 2010

Choose to fucking rot away in the old same fucking place, with the same old fucking brats.

Te levantas y te vistes. Juegas con el espejo hasta sentirte hermoso. Tomas un trago de agua para poder seguir adelante con el día. Sales y todos te miran, o sientes que lo hacen. Corres porque llegas tarde, como siempre, pero aún así sigues levantándote a la misma hora de siempre. Llegas y todos vuelven a mirarte, pero no te importa haber llegado a esa hora, sólo quieres sentarte y no escuchar todo lo que tienen que decir.
Y por fin llegas a casa, te sientas en la primera silla que ves. Suspiras. Vuelves a levantarte y coges todo lo que necesitas. Te lavas los dientes. Enciendes un cigarrillo, y vuelves a suspirar. Coges tu ipod y lo pones a todo volumen. Te sumerges en el mejor momento del día, te relajas y te dejas llevar por la música que está sonando. Y te pierdes, en la adicción de poder querer estar así el resto del día.
Pero te levantas, te levantas y sales de casa. Hola y adiós. Hola y adiós, repites entre la multitud. Una y otra vez.
Vuelves a casa exhausto. Te quitas los zapatos. Suspiras otra vez. Estás tan cansado que te dormirías con la ropa puesta, e incluso hay veces que lo haces. Pero reunes fuerzas y te quitas la ropa. Te escondes bajo las sábanas esperando que hoy puedas dormir más que ayer, pero la verdad es que quizá duermas incluso menos.
Te levantas al día siguiente. Te despiertas, te vistes. Juegas con el espejo...
Sigues haciendo lo mismo cada puto día de tu vida. Hasta que te das cuenta, y esta puta cuidad se te queda pequeña. Demasiado pequeña.
Ya no te importa nada. Los holas y adiós son más fríos que antes. Sólo sueñas cada corta noche con huir.

martes, 13 de abril de 2010

choose a life.

Choose rotting away at the end of it all
pissing your last in a misserable
home nothing more than an
EMBARRASSMENT
to the selfish fucked up brats you
spawned to replace yourselves
Choose your future.
Choose life.

martes, 6 de abril de 2010

Una receta para poder dormir.

Vago por las calles de Nueva York, y son las 5 de la mañana. Apenas puedo mantenerme en pie, el cansancio me está matando en cada paso que doy. Pero no consigo dormir, y tengo que vagar eternamente, hasta que llega en momento que mis párpados me obligan a dormir.
Cada día es la misma historia, y recuerdo vagamente lo que pasa cada noche, como si fuesen tan sólo sueños que olvido a la mañana siguiente.
Estoy seguro de que éste, sin duda, es el puto culo del mundo. Y no hay nada ni nadie que me sujete a este lugar, pero sigo aquí, añorando algún paraíso que nunca he tenido.
Estoy seguro de que en alguna vida que pude haber tenido fui feliz, quizá mínimamente feliz, pero lo fui. Pero aquí, en este lugar y en este momento jamás lo he sido. O quizá lo fui alguna vez, pero me cuesta demasiado recordar aquellos días.
Pero sigo vagando por estas oscuras calles. Tengo frio y la vida me agota, sé que ya no vivo, sólo sobrevivo por vagos recuerdos que juegan a sostenerme en pie.
Fue entonces, en el momento que mis ojos amenazaban con cerrarse, cuando lo vi todo.
Fue repentino, pero se me quedará grabado en la memoria siempre.
Mientras observé todo aquel jaleo me quedé petrificado. Yo estaba ahí de pie, delante de todo aquel desastre, y con cara de imbécil. Mi corazón aceleró hasta sus límites.
El cigarrillo que sostenía con mis labios se consumía rápidamente, y cuando todo era cenizas cayó al vacío. El botellín de cerveza que sostenía en la mano izquierda se rebotó fuertemente contra la acera y se rompió en mil pedazos. Y yo seguía inmóvil en el mismo maldito lugar, con la misma cara de imbécil y mis ojos abiertos de par en par.
Fue un momento espantoso, violento y traumatizante quizá, y al mismo tiempo daba cierto morbo.
Mis ojos seguían la trayectoria de cada gota de sangre, cada gota de sangre que salpicaba en la calle y provenía de los labios de aquella mujer.
La mano peluda de aquel hombre estaba presionaba bruscamente contra sus pechos, contra los pequeños pechos de ella.
Y sus bragas rotas en el suelo. Marca de haber sido arrancadas de un tirón contra su propia voluntad.
Ella gritaba desesperada por ayuda. Y aunque estuviese gritando se notaba que tenía una voz dulce e inocente.
Además era delgada. Delgada como una niña, pero con cuerpo de mujer, con cada centímetro de su cuerpo perfectamente definido.
Cerré los ojos un instante y cuando los abrí él había vuelto a pegarle bruscamente en la cara, y su sangre volvía a salpicarse contra el suelo.
Entonces él la tiró contra la pared y le dio un golpe tan fuerte que la dejó completamente rendida.
Aquel monstruo salió corriendo justo después de eso, sin mirar siquiera atrás.
Me acerqué a ella. Estaba tendida boca arriba en el suelo, casi completamente desnuda a excepción de unos calcetines blancos largos y una camisa de tirantes blanca.
Tenía los labios pintados de de un rojo intenso. Y sus pestañas eran largas y eternas.
Giré su cabeza hacia mi, y vi sus grandes y llamativos ojos color miel.
Quizá en otra ocasión esta chica hubiera sido la más hermosa de todas.
Entonces me levanté y salí de aquel callejón. Ahora me quedaba más claro que nunca, sin duda esta cuidad era el puto culo del mundo.

Entré en el bar de Sam y me senté en el sitio habitual.
-Un café con leche como siempre.- le dije a Sam.
-¿qué tan todo?- me preguntó amablemente, como todos los días.
-¿quieres escuchar una historia alucinante?- le pregunté con los ojos clavados a la mesa.
-Quizá más tarde muchacho.- me respondió y sonrió.
Me tomé aquel café con la misma imagen en la cabeza. Y no pude parar de pensar en aquello durante toda la noche.
Al fin llegué a casa y me quité toda la ropa. Me metí desnudo a la cama y puse la alarma para el día siguiente. Cerré los ojos y por fin pude conciliar el sueño. Quizá aquella impactante imagen era todo lo que necesitaba. Y sin duda aquel secreto se quedaría tan sólo entre el hombre desconocido, la bella inconsciente y yo. Menudo jodido secreto el que llevo guardando, y sólo por poder dormir. Formaba más parte que nunca de esta basura de sociedad.

sábado, 3 de abril de 2010

Yo no estoy viviendo, sólo estoy matando el tiempo.

Cada instante todo va más lento, hasta que se para de golpe, y se paró todo tan derrepente que me impacté de frente con mi propia realidad. Iría a la puerta de salida del mundo y pediría amablemente "abran la puerta, por favor, quiero bajarme de aquí."
Creo que me estoy volviendo loca. Creo que me estás volviendo loca, te digo.
Y tan sólo tengo segundos para asimilarlo y pensar en la puta frase final, pero no se me ocurre nada, entonces predomina en la escena final un silencio, y cae el telón bruscamente.
Nunca más voy a sentirme especial. Y jamás volveré a ser única, ni hermosa, ni bella, ni perfecta. Tampoco volveré a aparentar inteligencia, ni seré ingenua. Y mucho menos inocente.
No podré volver a ser cariñosa, y tampoco quiero más abrazos. Quizá tan sólo sobreviva.
Pero hay que ver cuánto exagera y lo bien que miento. O no.
Y es que tampoco me apetece ser hermosa, ni única, ni bella, ni inocente...
Porque sin él jamás parecería sincero, o único y especial.
Intento dar pasos sobre nubes, que se van hundiendo al pisarlas, y es en vano.
Me hago ilusiones que se han roto mil veces. ¿Y si entrase por la puerta?, me pregunto.
Creo que me estoy volviendo loca. Creo que me estás volviendo loca, vuelvo a decirte.
Y ahora estoy segura, me has vuelto loca.
Sé que ya llegó el día en que no puedo más.
Y a estas horas de la mañana, vuelvo a escuchar la misma canción mil veces. Un día quiero dejar el mundo entero por ti. La misma noche me aburro y no eres para mi. Puta canción.
Y me mata. Me mata. Me mató.
...Y la alarma estalló. Fue un amor que acabó violentamente con todo, y arrasó todo a su paso.



Te ponen un reloj delante, y te dicen - tendrás el mundo entero, pero sólo hasta que suene la alarma.- entonces te das cuenta de que por mucho que hagas, o la forma más exagerada en la que puedas querer esas cosas, no valdrá para nada, al final será todo polvo. Polvo y cenizas.
Y te preguntas en ese momento qué coño estás haciendo. Porque te matas de una manera tan estúpida.
Miro el reloj otra vez y tan sólo faltan un par de horas, y su tic-tac resuena estruendosamente en mi cabeza.
Y todo lo que tuve me golpeó con tanta fuerza que jamás lo olvidaré. Y ahí está, rescando las heridas que habían comenzado a cerrarse.
Pronto llega la hora final y la alarma suena tan fuerte y violentamente que me mata. El gran impacto por fin llego, y más fuerte que nunca.
Y aún ahora vago entre recuerdos cada vez más borrosos.